viernes, 26 de abril de 2013

Malas noticias: ¿ficción o realidad?

Las noticias de los telediarios son de chiste si no fuera porque son una tragedia. Enciendes la pantalla después de acostar a los niños y te asaltan titulares escabrosos e imágenes que dan ganas de salir huyendo. ¿En qué mundo vivimos? ¿De verdad criamos a nuestros hijos en él pretendiendo que sean personas felices, plenas y buenas con el prójimo con semejante entorno? ¿Podemos cambiarlo o nos desmoralizamos de por vida? ¿Nos dan lo que queremos, sangre y vísceras? ¿De verdad es lo que queremos? Las noticias nos asaltan, insensibilizan, aturden. Pero es que no me cuadra, no vivo en los mundos de Yupi, pero la realidad que me rodea es distinta a lo que reflejan las noticias. Estoy rodeada de madres amorosas, padres divertidos, compañeros de trabajo que se ayudan, desconocidos que se tienden puentes... Y sin embargo, las noticias son para morirse de la risa y el disgusto a la vez.

Gurús de sectas que se creen dios y fumados de ayaguasca se tiran a las mujeres del grupo, amenazándolas con tener que matar al posible hijo que nazca de la unión (por ser políticamente correctos) porque dicen que de esas cópulas nacerá el anticristo... Y va la mujer y efectivamente mata a su hijo. Que dejando de lado el absurdo del discurso de la secta, si ese es el resultado de las relaciones sexuales, ¿porqué el supuesto dios no se abstiene? ¿O porqué no usa condones? ¿Y en caso de embarazo, antes de tener al niño para matarlo recién nacido, porque no abortar desde el inicio? Lo sé, es buscarle lógica al absurdo, pero es que me supera el entendimiento.

Y esta noticia viene justo después de la tragedia en Bangladesh. O sea, que el propietario de una fábrica que se cae a pedazos recibe la orden expresa de cerrarla y evacuar a todo el mundo porque tiene unas grietas por las que cabe un brazo. Pero la ignora y poco rato después la desgracia anunciada ocurre. Y parece que al dicho ricachón indio no le pesan las muertes a juzgar por el poco caso que hace de las protestas masivas de sus trabajadores que no hace mucho también vivieron otra desgracia, un incendio en que murieron un centenar de trabajadores (o trabajadoras, muy probablemente, y es más que asumible que menores). Y la cuestión es, ¿nos pesan a nosotros esas muertes? Después de todo varias firmas de ropa europeas, españolas incluidas, han admitido que parte de su surtido se hacía en estas fábricas.

Y seguimos... Hambre en el mundo, tragedias, guerra... De pronto una noticia sobre el tiempo con grandes titulares como "hace frío en invierno", "cuidado con el sol en verano", "cuando hace calor en verano los españoles vamos a la playa"... Para amenizar, supongo, o para limpiar, como los sorbetes de limón entre los platos de las bodas que te empachan por encima de lo que un estómago puede soportar.

Vuelta a la cruda realidad. Una mujer roba a hombres ancianos que están muy desmejorados (los selecciona por su poca movilidad debido a la edad o que han sufrido un ictus, por ejemplo), y lo hace metiéndoles mano sin consentimiento y robándoles lo poco que tienen.

En fin, nada nuevo. Pero la verdad, a veces no entiendo lo mucho que se ven los telediarios con lo deprimentes que son. A mi me hacen perder un poco la fe en la humanidad, casi tanto como los comentarios que dejan muchos anónimos en las noticas de los diarios en versión online. Pero luego me digo que no, me niego a creer que el mundo es sólo lo que nos muestra la agenda informativa y los comentarios de quienes tienen tiempo para decir cualquier sandez (con todo el respeto). Porque creo en la bondad, estoy rodeada de gente que se ayuda, de gente que enfrenta el día a día con sonrisas, que intenta educar a sus hijos en valores, que luchan contra la injusticia como y donde pueden, que, como yo, no reconocen el mundo que muestran los telediarios y la prensa ni los debates agoreros de la radio.

Lo que está claro es que yo voy a seguir con mi dieta de noticias, ver el telediario un par de veces por semana complementado con el interesante timeline de Twitter, leer la blogs a los que estoy suscrita, ojear los periódicos en el bar a la hora del café, cazar al vuelo titulares en las conversaciones de metro, comentar el día con la pareja al volver a casa y escuchar la radio de vez en cuando es suficiente para estar al día y no morir en el intento.

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