Sant Jordi es en Catalunya un día mágico. Se respira felicidad en el ambiente y se consigue con gestos sencillos como comprar un libro para dedicarlo y rosas para las personas queridas. Quizá soy una romántica y me sale la vena de escritora que sueña con tener su libro publicado entre esos montones de palabras que se apilan engalanando la calle de fiesta. Y se me junta con la vena no confesada de amante de los gestos de cariño. Pero aunque mi juicio esté viciado, me parece percibir objetivamente sonrisas, paseos de la mano, besos y amor por todas partes.
Sant Jordi fue todo un descubrimiento como catalana adoptada. Un día te levantas y en la esquina de tu casa ha florecido un puesto de rosas bien empaquetadas. La gitana y la estudiante de instituto comparten esquina codo con codo y empiezas el día con su sonrisa invitándote a comprar una rosa. Un poco más allá, una carpa con los últimos best-sellers, una mesa con los libros de segunda mano que hace tiempo que nadie lee por si a cambio se consigue algún eurillo para tal o cuál asociación.
Entras en el metro y algún chico más arreglado de lo normal sostiene su rosa con pudor de enamorado principiante. Algún jefe o compañero de oficina blande varias rosas con orgullo sabiendo que hará felices a las chicas de la oficina.
Sales se nuevo a la calle para ir a trabajar y la ciudad se ha transformado. Sonríes a pesar de ir a trabajar pensando cuanto te gustaría que fuera festivo para detenerte con parsimonia a hojear todos esos libros que te están llamando. En una esquina, un niño disfrazado de Sant Jordi le dice a una extrajera: "No vas a disfrutar de este maravilloso día con una bonita rosa?". Menudo pillín, la señora mira a su alrededor alucinada.
Y en la oficina te regalan una rosa. Tu pareja te envía mensajes cursis que te encantan. Quedáis para ir a medio día a comprar los libros porque como norma igualitaria, en casa, hay libros y rosas para todo el mundo. Te llegan correos y whatsapps con rosas, felicitas en Twitter...
Y todo fluye. Cuando sales a la calle las prisas de la ciudad han desaparecido milagrosamente. Y vuelves a pensar que Sant Jordi es una fiesta fantástica, sencilla, llena de pequeños gestos, mucho mejor que San Valentín, dónde vas a parar, un gran ejemplo de la felicidad que encontramos en las pequeñas cosas.
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1 comentario:
Exacto...en las pequeñas cosas...se halla la esencia del buen hacer...el guiño al amor...aisss..Q viva San Jordiiiiii
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