jueves, 19 de abril de 2012

Como superar con optimismo los días horribilis

"Empezar incluyendo la palabra horribilis en el título no es muy optimista", me criticaréis. Pero en mi descargo diré que los días que nacen gafados existen y yo estoy viviendo uno de ellos. No uno de esos de grandes tragedias, no, sino una de esas jornadas en que amaneces torcido por varias circunstancias y a pesar de tus esfuerzos por cambiar la actitud y la dirección tomada, las pequeñas puñetitas de la vida te van recordando que "hoy no es el dia".

Todo ha empezado con un particular sistema de despertador que he "adquirido" en los últimos tiempos. Mi hijo Pol se levanta de su nueva camita y viene sigiloso por el pasillo hasta plantarse delante de mi cara. Me observa muy serio y atento haciendo mucho ruido con el chupete que me despierte por mí misma, pero, pobrecito mío, no sabe todavía que su mamá es imperfecta y que entre otras cosas tiene un despertar muy lento, paquidérmico se podría decir. Como no se conforma, me tiende la manita y emite pequeños gemidos hasta que consigue que medio en trance lo alce medio metro y lo acurruque diez minutos junto a mí. Pero se le deben hacer eternos y llega un  momento en que empieza a tirarme del pelo, como si fuera una caricia un poco brutota y desmedida. Adormilada le voy diciendo que no me haga daño, hasta que... ¡Aaaauuuu! Me arranca un par o tres de pelos. ¡Cuánta paciencia y comprensión necesito entonces para no convertirme en mamá ogro! Pero lo malo es que insiste e insiste, empezando a combinar los saltos sobre mi estómago, con su peculiar estilo de tratamiento capilar y una obsesión por encender y apagar la luz de la mesilla de noche, tirándomela encima de la cara de vez en cuando. Esa no es manera de despertarse, ¡leñe!

Mientras vuelvo a la vida, hago una danza entre capoeira y lucha tribal para vestir a los gemelos que no quieren vestirse, me muero de envidia por el buen humor con que se despierta mi marido, admiro la energía de mis hijos a primera hora que yo soy incapaz de tener (y no recuerdo haberla tenido nunca), tengo un escalofrío porque Izan está escalando por el dosel forjado de la cama ¡otra vez!, persigo a Pol que se ha ido corriendo para no ponerse los zapatos y con la camiseta a medio poner, hago el desayuno mientras mi marido, que ya es persona 100%, se ocupa de vigilar que tomen la leche con cacao en vez de lanzársela el uno al otro y, cuando él se va a vestirse (previsor, ha empezado a vestirse después de que los niños batallodesayunen), intento que se mantenga la calma. Pero, ¡ah!, mis niños son muy listos y saben que mamá está todavía al 80% más o  menos en proporción a la parte del café con leche que ha conseguido ingerir, y ya saciados y con ganas de jarana se mofan de ella con toda su caradura. ¿Qué no será tanto? Bueno, bueno. Hoy (por fortuna hay días en que ellos están más modositos y yo más atenta) Izan a tirado la leche sin querer. Lo he retirado a tiempo para que no se manchara pero el suelo ha quedado impregnado de una pegajosa plasta de colacao con galletas. A Pol le ha parecido divertidísimo, así que cuando ya había limpiado la mesa y el suelo con la bayeta y metros de rollo de papel ha lanzado su taza hacia su mellizo. La he recogido en el borde de la mesa a punto de ir a estrellarse junto a los restos del pringue anterior, pero esta vez los pantalones de Izan y sus zapatos han quedado hechos un desastre. ¡Arrrrrrggggg! Yo pienso la expresión pero no la digo mientras riño a Pol. Pero a ellos les importa un comino y no contentos con la escenita que acaban de montarme empiezan a imitarme. Sí, con menos de dos años imitan una vez que tuve un cabreo monumental y no supe reprimir mi ogra interior. Así que haciendo aspavientos con los brazos el uno al otro empiezan a imitar una bronca con una retaíla de "no, no, no, nooooooo, ¡ARRRRRGGGG! ¡¡ARRRRRRRRRRGGGG!". Francamente, me dan ganas de reir y llorar al mismo tiempo.

En este breve lapso de tiempo, apenas cinco minutos de hecatombe en la cocina, vuelve Andrés que había ido a guardar el cochecito en el maletero del coche. Tiene muy mal aspecto, le duele horrores una muela (y se nota) y ¡la grúa se ha llevado el coche! Pensaréis que es culpa nuestra por dejarlo mal aparcado y eso es del todo cierto (aunque podría despotricar sobre el poco aparcamiento disponible en Badalona centro y el nulo espacio existente que no sea zona azul o párquing de pago). En todo caso, fastidia igual, la verdad.

Llegamos tarde a la guardería. Esta vez tendré que llevarlos en autobús porque Andrés ha de marcharse ya a la oficina (la dentista no ha llamado aún, nada que hacer). En el autobús voy relajándome y pensando que ya está, el sol empieza a salir de detrás de las nubes (y no es una metáfora) y el día parece que va a mejorar. Y de pronto, ¡patapum! Una abuelita se cae tendida boca a bajo cuan larga es en el pasillo del autobús. Sus gafas vuelan a mis manos y nos cuesta horrores levantarla porque se ha hecho daño en una cadera y está asustada y débil. Pasan unos minutos de incertidumbre en que no sabemos si llamar a una ambulancia, pero parece que todo se va calmando y seguimos  la ruta. Cuando me quiero dar cuenta, Pol está con la cara petrificada del susto que se ha dado al ver caer a la señora y en cuanto cruzo la mirada con él se pone a sollozar que le duele un "coco".

Graciosa yo, en la guardería les relato mis dos horas de recién estrenado día y con toda la fe de inocente que tengo digo en voz alta, "ahora sólo puede mejorar". Error... Eso creía yo hasta que hace una hora me han avisado que un familiar acaba de hacerse una grave luxación en el pie mientras trabajaba. Nos estamos organizado a ver quién va al hospital, a por los niños a la guardería, a por la furgoneta que no podrá dejar aparcada donde estaba trabajando el accidentado... Yo voy hacia la guardería, pero en estos días gafes no puedo evitar que me entren pensamientos supersticiosos y ahora estoy sufriendo por si al llegar me encuentro con alguno de los niños con un nuevo mordisco en la mejilla o si esta tarde se caen desde un escalón. Pero no, hay que ser positiva y todo va a mejorar, todo va a mejorar, todo va a mejorar... Pensamiento positivo, señores, mucho humor y algo de ironía ante las pequeñas trampas de la vida. Y mañana, como dice el refrán, será otro día.

:)

**** ACTUALIZACIÓN: La luxación ha sido tan tremenda que el tobillo ha salido de su órbita y ha vuelto a entrar del revés. La tibia está rota. Ahora esperamos una operación después de una tarde de hospitales. Lo dicho, hay días que amanecen gafados queramos o no aceptarlo. Y hoy ya es otro día. Como dicen en mi tierra, "Salut i força al canut!"


No hay comentarios:

Entradas recientes