viernes, 8 de marzo de 2013

8 de marzo: el día que la mujer volvió a sus labores

El Día Internacional de la Mujer Trabajadora (como si alguna no lo fuera, remuneradamente o no) debería llamarse el "Día Internacional de las que volvieron a sus labores" o quizá el "Día Internacional de las que nunca consiguieron dejar de ser amas de casa". ¿Cómo, demasiado largo? Ummm, sí, es verdad. Pero aunque con un toque de ironía y sarcasmo, real a la luz de las desesperantes estadísticas que año tras año se repiten en los diarios el 8 de marzo. 

Es lamentable que de año en año tengamos que caernos de un guindo y blandir datos como armas a los que niegan una y otra vez que en realidad sigue habiendo desigualdad. Sí, las mujeres siguen cobrando menos que sus compañeros en el mismo cargo. Sí, siguen teniendo contratos y condiciones más precarios. Siguen luchando contra techos de cristal. Siguen siendo penalizadas en cuanto son madres y reclaman conciliación. 

Cada año nos recuerdan que siguen los feminicidios en el mundo, en Ciudad Juárez y otros lugares. Las mujeres maltratadas aún existen y muchas mueren en el intento de salir de la violencia. En Bangladesh, como en otros lugares, sigue siendo de lo más normal casar a las niñas de 10 a 12 años para protegerlas de una violación segura, porque son deseables para los hombres que las ven yendo o volviendo de su trabajo de 12 horas en la fábrica o en la cocina de alguien. En la zonas de conflicto armado siguen siendo violables, moneda de cambio, botín de guerra, arma de deshonra contra el enemigo. Podríamos hacer una larga lista de diferencias en educación, trabajo, trato, derechos. Pero para eso basta acudir a la páginas de Amnistía Internacional o a cualquier diario que hoy se haga eco de la celebración de 8 de marzo. 

La crisis está siendo especialmente cruda para las mujeres que se ven abocadas a la precariedad laboral, si no al paro y a volver a hacer de amas de casa y cuidadoras "porque ahora tienen tiempo", no en vano de habla de feminización de la pobreza. Como he oído hoy en tertulias, los minijobs en realidad ya existen en España donde las mujeres tienen salarios y cotizaciones de pena y donde los despidos después de un embarazo son moneda de cambio habitual. Reafirma esta tendencia el estudio que constata que son ellas las que reducen sus jornadas laborales para conciliar la vida familiar y laboral mientras los hombres españoles, cosa que no sucede en el resto de Europa, aumentan sus horas de trabajo. Claro que, seamos claros, en una pareja con hijos en que él cobra más y tiene mayor estabilidad, ¿no es una decisión lógica que sea ella la que reduzca jornada y pierda sueldo en proporción y se arriesgue a ser despedida por ello? Claro que aquí no estamos hablando de cómo la carrera laboral de esa mujer se verá ralentizada, como mínimo, o truncada del todo. 

Otra noticia más: las empresas del Tercer Sector que dan servicios asistenciales que no ofrecen las administraciones están al borde de la quiebra porque éstas les han retirado las subvenciones y además les deben muchas atrasadas. ¿Qué tiene que ver? Mucho, pues la gran mayoría de las trabajadoras en este sector son mujeres que son despedidas o ven recortados sus sueldos. Y porque si estas entidades dejan de dar sus servicios, ¿quién cuidará de niños, ancianos o discapacitados? ¡Sí, las mujeres de cada familia serán las cuidadoras!

A veces me paro a tomar un té cuyo olor me recuerda a mi abuela y me viene a la cabeza su defensa de las madres y amas de casa. Orgullosa de haber sido el núcleo de unión de la familia, la que recuerda cumpleaños y hace tartas, la que organiza fiestas y encuentros, la secretaria de las citas de todo el mundo, la que escribe a las amistades, la que cuida y hace de enfermera de varicelas y gripes, la que educa, cocina, crea recuerdos guardados en álbums. Y la verdad, me entra como una especie de morriña por ser una madre que corre a todas partes con prisa, que no tiene tiempo para hacer todos esos álbumes de fotos que se acumulan en las tareas autoimpuestas, la madre que quiere ser periodista y defender su carrera profesional con uñas y dientes sin dejarse la maternidad por el camino. ¿Nos habremos equivocado en algo, deberíamos volver a ser amas de casa, pero sin imposiciones, y tener tiempo de hacer las cosas a fuego lento? Porque cariño le ponemos a todo, no lo dudo, pero los buenos guisos tiene que hacer chup chup, todo el mundo lo sabe. No, no me crucifiquéis. Soy una firme defensora de la igualdad de oportunidades y derechos, del respeto de la diferencia, pero el desequilibrio es agotador. 

Podríamos seguir: conciliación, paro, educación, violación, explotación sexual, acoso... Pero es mejor dejarlo aquí y recordar que no podemos dejar de celebrar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora para reivindicar la igualdad de derechos y el respeto de la diferencia hasta que se incorpore una mirada femenina y feminista (que no, no es lo contrario del machismo, ¡por favor!) a la hora de legislar, de hacer política y en general de actuar en nuestra sociedad. Y no sólo hablar del tema el 8 de marzo. 

De momento, la mirada masculina y patriarcal sigue inundándolo todo. A pesar de la cantidad de mujeres feministas que siguen reclamando lo que es de justicia. A pesar de los muchos hombres que se han unido al feminismo, que replantean la masculinidad, que cooperan, comparten, concilian, luchan contra la violencia de género, contribuyen a la igualdad (a todos ellos, gracias). Los derechos de la mujer es algo que nos afecta a toda la sociedad. Suena obvio, pero parece que no lo es tanto. Así que lo repetiré: los derecho de la mujer afecta a toda la sociedad. 

¡Feliz 8 de marzo! 

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