En un zapping perezoso he caído en un interesante debate sobre la vejez y la geriatría en el programa"Para todos la 2" en el segundo canal de TVE. Son tantas las ideas y denuncias interesantes que se están lanzando que no me da tiempo a captarlas todas y me bulle la cabeza con ideas que quedan interrumpidas por las nuevas reflexiones lanzadas por los invitados. Se entremezclan además imágenes de mi abuela, mi bisabuela, aquella pareja de vecinos que me cuidaban las plantas en vacaciones y que me llamaban algún día para charlar, el padre de aquel familiar que está cada vez peor de salud...
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Estoy rodeada, como todos vosotros -estoy segura- de buenos amigos que se acercan a la frontera de los sesenta y de gente que los ha superado en mucho o poco. De vecinos entrañables llenos de historias muy interesantes que de pronto nos iluminan un rincón del pasado que parecía perdido. ¡Qué alegría da cuando de pronto redescubres la historia escondida que no se guarda en los libros! Mi abuela... Daría para varios escritos larguísimos. Esa figura siempre sonriente y atenta, centro de la familia y todos los recuerdos, la que huele a pasteles y té, la que da besos y abrazos sin vergüenza, la que te ilumina, te escucha realmente atenta. Y mi madre, ¿quién no tiene una madre dispuesta a cualquier hora a darnos un buen consejo? ¿Quién no tiene un padre atento a cualquier necesidad futura que se adelanta a nuestros deseos sin que lo intuyamos siquiera? ¿O la suegra y el suegro, esos abuelos fantásticos que tus hijos adoran y que te ayudan sin que tengas que pedirlo siquiera? ¿Qué harías sin la dedicación, los consejos, las risas, los recuerdos y las sonrisas de todos ellos? Tiemblo de rabia y me duele sólo pensar que cualquiera de estas personas tan básicas en mi vida pudieran sufrir la desatención, los maltratos o la soledad que se reflejan en el debate que he descubierto en la televisión.
En el corto documental "Salva un viejo" se denuncian tales atrocidades que cualquiera que se acerque a los sesenta o tenga un padre, una abuela, una bisabuela o un vecino mayor a quién quiera y respete se le ponen los pelos de punta.
Me han ido asaltanto ideas como:
La vejez no es una enfermedad: Denuncian que evindentemente hay un desgaste fisiológico a lo largo de la vida pero que en ningún caso eso es una incapacidad ni una enfermedad. Muchos son los viejos que llegan a más de sesenta años con un estado de salud más que bueno. Pero desgraciadamente al ir al médico o quejarse en familia de algún dolor o mal, el soniquete común es "son cosas de la edad". Los especialistas insisten en que no hay nada "normal" en que nos duelan los huesos, tomemos miles de pastillas o estemos deprimidos al hacernos mayores. Eso es una enfermedad a tratar independientemente de la edad que se tenga.
Cada vez somos más y más personas mayores o camino de serlo y cada vez hay menos geriatras (médicos especializados en la tercera edad). Esta es una fuente grande de malos diagnósticos y tratamientos. Los geriatras son médicos que además de prevenir, diagnostir y tratar enfermedades en personas de más de sesenta años, también tienen como objetivo hacer que éstas vivan con ilusión y activas y en constante contribución y relación con la sociedad.
Muchos tratamientos médicos atontan a los mayores porque las dosis son demasiado elevadas para su edad. Del mismo modo que los niños reciben menores cantidades de medicamento que los adultos, los viejos deberían también ver adaptada su dosis. Como ésto no se hace, en parte porque no hay geriatras suficientes, muchas personas viven babeantes y atontadas delante de la televisión. ¡Y nos parece normal!
Parece mentira que tantos ancianos padezcan desnutrición. Señalan que es un mito que los viejos hayan de comer menos porque gastan menos calorías. Lo que deberían, en todo caso, es hacer más ejercicio para seguir comiendo bien. Pero muchos se mueven cada vez menos y comen cada vez peor, sin los nutrientes necesarios. ¡En esta sociedad que tantos alimentos tira a la basura!
Es dramática la cantidad de personas mayores que viven solas, que son desatendidas, o que incluso son maltratadas física y/o psicológicamente, cuando no económicamente, en sus propias casas o en los centros en que son atendidos. Así como la capacidad física se ve mermada un tanto en sus capacidades (sin que por ello la persona quede imposibilitada para hacer una vida del todo placentera y normal aunque a otro ritmo), la capacidad intelectual, el conocimiento, la experiencia, la prudencia y en definitiva la sabiduría incrementan. ¿Por qué hoy en día desaprovechamos tanto potencial?
Por fortuna, me rodean ejemplos de viejos y viejas (y los llamo así con todo el cariño para demitificar el término y quitarle toda esa negatividad de la que le hemos ido cargando con nuestro culto a la eterna juventud) que viven ilusionados y llenos de fuerza y a los que quisiera parecerme algún día, incluso hoy. Está mi vecina, siempre bien maquillada y vestida que va y viene de paseo y recibe miles de visitas día a día. Aquella pareja de vecinos, también, con quienes nos hacíamos compañía y favores mútuos en Guinardó. Mi abuela suiza, siempre ocupada con su voluntariado en la Cruz Roja, sus paseos con su hermana, sus visitas a la familia y las atenciones a sus nietos y bisnietos: es con mucho la persona más detallista que conozco, la que tiene todos los álbumes de fotos impolutos y al día con detalles olvidados por todo el mundo, la que anota cada día en una agenda para no olvidar ningún momento futil importante. Mi bisabuela, la que no olvidaba nunca una visita a un amigo hasta sus noventa y cuatro años. La abuela Catalina, siempre esperando el domingo para ir a bailar vestida de punta en blanco, con quién se perdió su receta del cuinat y de la salsa de Navidad: nadie sabe ya hacerla igual. Y un largo eccétera que sigue pasando como un barullo de imágenes por mi mente, en este momento nostálgica. A todos ellos, a mis abuelos, bisabuelos, padres, suegros, tíos, amigos, vecinos... A todos, muchas gracias por vuestra energía positiva. Si todo el mundo actuara con vuestro amor, sosiego, sensatez o incluso locura, el mundo sería sin duda un lugar mejor. Lo increíble es que haya gente que no se dé cuenta de una verdad tan simple y deje morir en soledad a sus propios viejos.
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NOTA: En la página web del programa "Para todos la 2" resumen el debate y presentan a los participantes:
La vejez y la falta de gerontólogos
¿La atención social y sanitaria que reciben actualmente las personas mayores es correcta?
Emisión del corto "Salva un viejo" y coloquio entre Juan Antonio Quintana, Actor que ha interpretado diversos papeles de abuelo; Juan Florencio Macías, Nefrólogo, Presidente de la Sociedad Española de Medicina Geriátrica; y Paula Mayoral, Profesora de Psicología en la Universidad de Salamanca y experta en Gerontología
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