Cuando te da la sensación que todo el mundo es muy lento es que vas demasiado rápido.
No, no es bueno ir siempre a la máxima velocidad. Sí, se puede ir demasiado rápido.
Demasiado es no pararse nunca a pensar el porqué, el cómo o incluso el qué (no tener objetivos u olvidarlos o no revisarlos; hacer las cosas por inercia "como se han hecho siempre"; hacer por hacer).
Demasiado es no pararse a recopilar los resultados, analizarlos y que de ellos surjan cambios (siempre debería haberlos tras una verdadera reflexión).
Demasiado es el famoso "no tengo tiempo" que como dicen en este excelente vídeo es como decir "no tengo vida" o más bien "no sé gestionar mi tiempo y hago idioteces secundarias sin vez de focalizar mis pocos recursos, mi tiempo, en lo que es esencial -para mí-".
Demasiado es tener hijos y no verlos más que cuando duermen o en fin de semana.
Demasiado es tener una actividad tras otra y tras otra y otra más y obligarte a hacer dos horas de yoga y meditación a la semana para parar un poco y relajarte.
Ya lo sabéis, a vez me sale la vena isleña. Piso Ibiza y me freno en seco en medio de la calle sola. Miro hacia los lados desconcertada. Y hacia atrás. Mis amigos se han parado a saludar por enésima vez a alguien, miran escaparates y se ríen con sorna de mí por haberme convertido en una mujer de ciudad. "Dónde vas con tanta prisa? No hay fuego!".
La cuestión es que las mejores recetas se cuecen con paciencia y a fuego lento. Que si no te paras a pensar, no disfrutas ni te das cuenta de tus errores hasta que es demasiado tarde para enderezarlos. Por eso me digo a mí misma a veces, "no hay fuego, Celia". Y dejó el móvil en el que escribo este post con frenesí antes de entrar a trabajar y disfruto del resto del trayecto mirando por la ventanilla del bus.
Y tú, vas demasiado rápido?
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